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Ana Laura

Tormentas l Lo incómodo de la comodidad

La primer tormenta vino cuando nada se dió de la forma que esperaba.


Una lucha, una lucha interna que me descolocó por completo.


No tenía dónde refugiarme y mi instinto de supervivencia desesperado me pidió a gritos que volviera a lo conocido, a lo cómodo. Me lo suplicó.


Durante un tiempo intenté resistirme, hasta que el agotamiento fue tal que logró confundirme, tanto que necesité volver a ella.


Corroborar que seguía ahí.


Pero otra vez, nada fue cómo esperaba.


La tormenta se lo empezó a llevar todo.


Una tormenta que parecía no tener fin.


El viento cambiaba de dirección constantemente pegándome por todos lados, sin tregua.


Quedé aturdida, en una incomodidad constante que me ardía en la piel.


Nunca había sentido una tormenta así…


Y volví.


Volver a lo que antes me resultaba cómodo me llevo a una quietud desesperante dónde no podía ser.

Y si hay algo que tengo claro es que en dónde no puedo ser, me voy.


El proceso es tortuosamente hermoso. Lo sé, suena un poco contradictorio.


Pero algo puedo decir, de nada me sirvió ir en contra de la corriente, solo me trajo más frustración y agotamiento.

Rendirse a ella sin dejar que me lleve por completo no fue fácil, pero fue la única forma que encontré para atravesarla.


Lo que antes me resultaba cómodo hoy me es insoportablemente incómodo.


En la incomodidad estoy empezando a encontrar cierta comodidad. Lo sé, vuelve a sonar contradictorio…


Todavía no encuentro las palabras.


Siempre me gustaron las tormentas.


La belleza en el camino es demasiada como para perderse la aventura.


Ana.

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